miércoles, 8 de junio de 2011

Quince minutos

Había llegado a los 23 o algo así. Era flaco, color canela, alto, pelo castaño, y ojos profundos, estaba lleno de vida, pero le habían robado la mirada. Cuando caminaba por la calles, siempre sentía unos ojos encima suyo, sentía que a lo lejos un alma suspiraba, quizás no por el, pero el sentía el suspiro. Era muy inteligente, pero muy reservado, casi no decía nunca nada, o eso parecía, estaba confundido entre la vida y la muerte, entré sentir y amar, entre ser y ocultar, eso era un hecho, que de vez en cuando marcaba sus noches.

Cada mañana mientras se levantaba de la cama, sus ojos seguían cerrados, sus pensamientos un tanto enredados, era la confusión, y el sentía, aun ahí, en la obscuridad de su habitación que unos ojos negros lo miraban. Cuando estaba bañándose, mientras se jabonaba la piel, llena de bellos cafés, sentía que unos ojos lo miraban, sabia que eran esos ojos negros, que sonaba desde anos atrás, aquellos que sentía en las calles, en los días, en el alma.

Un día salió a contestar una llamada telefónica, estaba en la acera de su casa, silencioso, escuchando la voz de alguien, cuando de pronto, su piel canela se erizo, sus ojos cafés oscuros detectaron una presencia, colgó el teléfono, pero fingió seguir hablando. A lo lejos estaban los ojos negros, caminaban nerviosos, desenfrenados, y llorosos. Los miro fijamente pero ellos lo evadieron, trato de verlos otra vez pero ellos lloraron, era el viento de julio con vísperas del de Agosto, era la vergüenza, era el deseo, era lo que fuere, pero ellos desaparecieron.

Quince minutos mas tarde, los ojos negros, llorosos, se detuvieron en medio de la calle desolada, sintieron una presencia extraña, pero que, en el fondo conocían muy bien, llegaba desde afuera de la tienda de abarrotes. Los ojos negros sabían que era el.

De pronto se acercaron, se miraron, se detuvo el tiempo, la vida, el temor, el horror, la corriente desconecto todo, y encendió muchas luces. Los ojos negros, lo miraron, lo desearon, lo resucitaron, el supo que de verdad sentía lo que sentía, ellos salieron corriendo de ahí, y el los miro irse.

Los ojos negros reaccionaron, dejaron de llorar, se emocionaron, el los miro correr a lo lejos, ambiciosos, llenos de felicidad. El y esos ojos estaban unidos desde siempre, desde antes de nacer en esta vida, eran la historia incompleta, de una vida anterior, de un universo fugaz, de un dolor sin color, y ahora aquella historia estaba escribiéndose sola, dispuesta a ser una imaginación real, y un sueño profundo, osado.

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